La mayor parte de los escritores de nuestraépoca que se han ocupado de la constitucion de lafamilia, se hallan conformes en la persuasion deque uno de los motivos que más frecuentementeproduce su quebrantamiento, y áun á veces sucompleta disolucion, es la gran diferencia que mediaentre el nivel intelectual que hoy alcanza lacultura del hombre, y la casi absoluta falta deilustracion que generalmente se advierte en nuestrosexo.
No pertenezco yo al número de las que creen quelas mujeres debemos legislar en los congresos ydictar sentencias en los tribunales; sino queántes bien me parece que la mision de la mujer debeser realizada en el interior del hogar doméstico.
Formar el corazon de sus hijos; elevar sussentimientos por el amor á lo bello y á lo bueno; serla consejera íntima, la amiga de su marido; poneren todo lo que la rodea el sello de su bondadosaé inteligente dulzura, hé aquí, segun miopinion, el deber social de la madre de familia.
Pero si la mujer ha de cumplir dignamente susobligaciones en el interior de la familia, necesitacomprenderlas bien; necesita saber que son enteramentedistintas de las del hombre: las de ésteson exteriores, y constituyen esa lucha apasionada,donde los intereses del momento procuransiempre triunfar de las dificultades materiales; lasde la mujer se ciñen á procurar la dicha, el sosiegoy el bienestar de los seres amados que la rodean.
Y sin embargo, la unidad, la santa armonía delpensamiento es indispensable para una union feliz;cuando todo lo que le interesa al esposo esindiferente y desconocido para su mujer, hay ungérmen de desunion entre ambos, que comienzapor producir la frialdad en sus relaciones, y á vecestermina por una ruptura definitiva y completadel vínculo conyugal.
Es absolutamente necesario que se eduque á lamujer en relacion al fin social que está llamada ácumplir; es necesario que el sentimiento inteligentede la mujer alcance, aunque por otro camino,los mismos grados de elevacion que la culturaintelectual de