Nota del Transcriptor:
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PIO BAROJA
MEMORIAS DE UN HOMBRE DE ACCIÓN
El aprendiz de conspirador.
El escuadrón del Brigante.
Los caminos del mundo.
Con la pluma y con el sable.
Los recursos de la astucia.
La ruta del aventurero.
Los contrastes de la vida.
La veleta de Gastizar.
Los caudillos de 1830.
La Isabelina.
OBRAS DE PIO BAROJA
Vidas sombrías.
Idilios vascos.
El tablado de Arlequín.
Nuevo tablado de Arlequín.
Juventud, egolatría.
Idilios y fantasías.
Las horas solitarias.
Momentum Catastrophicum.
La Caverna del Humorismo.
Divagaciones sobre la Cultura.
LAS TRILOGÍAS
TIERRA VASCA
La casa de Aizgorri.
El Mayorazgo de Labraz.
Zalacaín, el aventurero.
LA VIDA FANTÁSTICA
Camino de perfección.
Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox.
Paradox, rey.
LA RAZA
La dama errante.
La ciudad de la niebla.
El árbol de la ciencia.
LA LUCHA POR LA VIDA
La busca.
Mala hierba.
Aurora roja.
EL PASADO
La feria de los discretos.
Los últimos románticos.
Las tragedias grotescas.
LAS CIUDADES
César o nada.
El mundo es ansí.
EL MAR
Las inquietudes de Shanti Andía.
MEMORIAS DE UN HOMBREDE ACCIÓN
El aprendiz de conspirador.
El escuadrón del Brigante.
Los caminos del mundo.
Con la pluma y con el sable.
Los recursos de la astucia.
La ruta del aventurero.
La veleta de Gastizar.
Los caudillos de 1830.
La Isabelina.
ES PROPIEDAD
DERECHOS RESERVADOS
PARA TODOS LOS PAÍSES
COPYRIGHT BY
RAFAEL CARO RAGGIO
1920
Establecimiento tipográfico
de Rafael Caro Raggio.
PIO BAROJA
RAFAEL CARO RAGGIO
EDITOR
MENDIZÁBAL, 34
MADRID
Un día de fiesta por la tarde estaba en mi casade la cuesta de Santo Domingo leyendo. Mimujer había salido con una amiga suya a pasear encoche por la Moncloa, y yo pensaba dedicarme a lalectura de Balzac, autor que siempre me ha divertidomucho y a quien debo momentos agradabilísimos.Había dado la orden categórica a Bautista, mi ayudade cámara, de que no estaba para nadie, y meencontraba muy a gusto al lado de la estufa cuandooí que llamaban a la puerta. Escuché pensando quiénpodría ser el inoportuno visitante. No esperaba a nadie.Supuse que Bautista cumpliría mis órdenes,pero noté que el recién llegado avanzaba por el corredor.
Al levantarse la cortina de mi despacho miré aBautista furibundamente, y éste, antes de que le reprocharanada, me dijo:
—Es don Eugenio.
—¡Ah!, que pase en seguida.